viernes, marzo 06, 2009

En el pais de los toros gordos y de los peones flacos.

Su padre se radica en Chubut (1904) y Juan Domingo es llevado a Bs.As., se traslada a la casa de su abuela Dominga, una mujer muy instruida, para estudiar en el colegio Internacional de Olivos.
Atrás quedaba para siempre aquel muchachito soñador y un tanto ingenuo, hijo de un perdido rincón del sur, de un matrimonio humilde de trabajadores de la tierra que también hacían patria poblando aquella inhóspita y desolada región. Llega a la gran capital, con un puñado de sueños que prometían hacerse realidad ante este nuevo despertar de la esperanza.
Nunca puede uno imaginar qué le tiene reservado el destino y esa incertidumbre que se llama futuro trae aparejadas todas las sorpresas que nadie logra adivinar por más clarividente que sea.
En 1909 ingresa al Colegio Internacional Politécnico. Al año siguiente comienza a ilustrarse en las materias para inscribirse en Medicina; pero su abuela le solicita una beca en el Colegio Militar y rinde el examen de ingreso consiguiendo dicha beca. Engalanando por primera vez el uniforme de cadete del ejército en 1911.
La educación que recibe es propia en su generación, con profesores formados en lo que se llamó Movimiento Humanista europeo, que se originó en los S.XIV y XV y que vino a romper con las tradiciones escolásticas medievales, donde se trata de darle al alumno ese sentido racional partiendo de la ilustración de los clásicos griegos y latinos, es decir, dominar la mayor cantidad de conocimientos para aplicarlos con sentido común en todas las tareas del diario vivir.
Su hermano, Avelino, debió regresar al campo a ‘arrimar el hombro’. La situación económica de sus progenitores hace imposible que pudiera mantener a sus dos hijos estudiando en Bs.As.
Desde niño, Juancito, se jacta de valerse como un hombre, actuando autónomamente frente a los hechos que se presentan, en ese momento su obligación cotidiana y su motivo de preocupación era la escuela. Demuestra ser el hombre de aquella casa, en el cual con el recuerdo de su abuelo no basta. En realidad, se trata de una máscara que oculta una profunda necesidad de afecto, una búsqueda que siempre le fue esquiva. Derivación de la temprana separación de su hogar paterno “como mi abuela era ya viejita, podía yo hacer las veces de jefe de familia. Eso tuvo gran influencia en mi vida, porque comencé a ser independiente, a pensar y a resolver por mí mismo”.
Se gradúa de subteniente en 1913, siguiendo la carrera de Infantería y rechazando la de Caballería, que era reservada a los jóvenes de clase media alta, los hijos de estancieros que saben montar desde chicos. La infantería, en cambio, la eligen los muchachos de clase media baja, por lo general hijos de inmigrantes. La razón que da por aceptar esta última, dice: “siento que esa es mi gente”.
El día de su graduación, su padre le regla tres libros que tuvieron una impronta perdurable en la formación de sus valores, cada uno de ellos llevaba una frase de su progenitor. Uno era el ‘Martín Fierro’, en cuyo interior decía: “Para que nunca olvides que por sobre todas las cosas sos un criollo”. El segundo, ‘Varones Ilustres de Plutarco’, con la siguiente inscripción “Para que siempre te inspires en ellos”. El tercero fue ‘Los Consejos de Lord Chesterfield a su hijo’, y decía “para que aprendas a transitar entre la gente”. Cada uno de estos libros y cada dedicatoria escrita fueron un tributo a los valores honrados por nuestra propia cultura. Lo criollo, lo nuestro, y el sentido de identidad cultural, de pertenencia al suelo; el individualismo enseñado en los ensayos que se basaban en el héroe y no en los procesos históricos impersonales para explicar los hechos históricos; y, un libro sobre pautas de conducta que definen la forma, el comportamiento y la manifestación, resultaron apropiados para el hombre que transformó la realidad de la Argentina profunda.
En la infantería no la paso nada bien, tuvo que soportar los abusos de un régimen que no conocía de los derechos humanos “Nosotros, pobres cadetes novatos, que sufríamos también la iniquidad de los más grandes, a quienes se les permitía torturar física y psicológicamente a los recién llegados a manera de catarsis y como compensación de lo que habían sufrido en años anteriores; no veíamos la hora de que llegase el franco o las vacaciones, y creíamos salir ilesos de tanto abuso, pero el tiempo demostraría que las marcas psicológicas quedan en el subconsciente y cuando emergen a la superficie, es mejor que esa persona no goce de mucho poder porque en ese caso las consecuencias son incalculables para quienes no tienen escapatoria que tolerarlos”. Sin embargo, ante sus fuertes planteos a sus superiores logra revertir muchas de estas prácticas.
En 1914 lo destinan al regimiento 12 de Infantería de Línea, en Paraná (Entre Ríos). Entabla amistad con Carlos Aloé, Richieri, Matienzo, entre otros.
Supuestamente los orígenes de Perón habrían sido fraguados por su abuela paterna, Dominga Dutey, como parte de un rompecabezas armado a conveniencia para blanquear ante las autoridades del Colegio Militar la situación del joven cadete, que había llegado al mundo con un estigma escandaloso para la época e inaceptable para el Ejército: ser hijo ilegítimo.
De todos modos el joven estudiante crece y aprende a conservar su secreto, el origen de su nacimiento y siente que debe percibir y catalogar estas dudas como "paginas oscuras" de su vida que recién comienza. Era la "belle epoque" argentina, la del poder sustentado por los barones de la tierra; de las estancias que se median por leguas, de la bien llamada oligarquía vacuna. Era el "país de los toros gordos y de los peones flacos", donde Juan Domingo se ha criado "de a caballo" entre los desposeídos, los indios, los mestizos y el gauchaje, meros partícipes de la injusticia de una sociedad injusta, regida entonces por la Ley de “Vagos y Malentretenidos.” Donde las simplezas como trabajar, luchar para vivir dignamente, ir a la escuela, construir la casita propia, tener asistencia médica, comer todos los días…eran utopías que buscan hacerse realidad.
Cuando Perón comienza a empinarse en los ámbitos de poder comprende que aquella historia montada por su abuela deberá ser preservada. De lo contrario, sus enemigos no descansarían hasta verlo juzgado por un tribunal militar de honor. Con el fin de sostener la historia de Lobos, se empezarán a encadenar una serie de hechos: se elige como casa de Perón la vivienda de los Moore, donde Juana Sosa, Juancito y Avelino habían estado durante 1895. A continuación el gobierno provincial expropia la casa y se "arma" un testimonio con fecha 29 de agosto de 1953, donde tres vecinos lobenses frente a un escribano público aseguran que Juana Sosa había manifestado que en esa vivienda de Lobos había nacido Juan Domingo. Pero Juana Sosa ya no estaba para confirmar o desmentir esa versión porque había fallecido tres meses antes. En octubre de 1953 por decreto se declara monumento histórico la casa "natal" de Lobos. De lo que estamos seguros es que su experiencia de vida no fueron lecciones aprendidas de un libro o de un narrador circunstancial. Fueron si, vivencias genuinas que fueron moldeando el carácter y el alma de un niño a quien el Destino, más tarde, le reservaba el pasaje a una dimensión impensada por él.

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